Diálogos que construyen: Roberto Moro en La Voz de los Invisible
Lunes, 20 horas. En la calma de la noche, mientras muchos apagan el día, otros encienden la palabra. En el canal de Nueva Cultura Despierta, Silvia Sánchez abre el aire con su habitual calidez: no como periodista, sino como puente entre mundos que a menudo no se cruzan. Su programa, La Voz de los Invisibles, no tiene escenografía costosa ni efectos de impacto, pero tiene algo más valioso: verdad y ternura.
Esta vez, el invitado es Roberto Moro, Secretario de Políticas Integrales sobre Drogas de la Nación Argentina. La elección no es casual. Silvia, con años de militancia territorial, conoce los silencios de los barrios, las luchas de las familias y el valor de sentarse cara a cara con quien decide políticas desde el Estado. Pero lo que podría haber sido un duelo, se convierte en diálogo.
Desde el primer minuto, la entrevista toma un tono ameno, sincero. No hay tensión, hay interés genuino. Silvia pregunta con respeto, pero también con firmeza. Sus palabras nacen del territorio, del dolor de madres, del esfuerzo de las organizaciones, del amor por los que luchan día a día contra el consumo problemático.
Moro escucha y responde con apertura. No evade. Reconoce los desafíos que enfrenta el Estado, la necesidad de fortalecer dispositivos comunitarios, la importancia de incluir a las organizaciones territoriales en las estrategias. Habla de la articulación entre Nación, provincias y municipios. Comparte su visión sobre la descentralización de recursos y la urgencia de respuestas humanas, cercanas, integrales.
Pero la conversación no se queda en el plano nacional. Roberto Moro también trae al diálogo una mirada internacional. Reflexiona con emoción sobre la desaparición física del Papa Francisco —una figura que, según él, ha dejado una huella profunda en el trabajo social, no solo en Argentina sino en el mundo entero—. Destaca su legado en la defensa de los más vulnerables, su cercanía con las periferias y su impulso al diálogo interinstitucional para abordar la exclusión desde la raíz.
La charla avanza hacia otro terreno: el de las nuevas problemáticas. Moro señala con preocupación el avance del fentanilo a nivel internacional, una sustancia que ya ha causado estragos en países como Estados Unidos y Canadá, y que impone respeto por su alto poder letal. Subraya que los organismos internacionales están generando estrategias conjuntas para enfrentar esta amenaza, y advierte sobre la importancia de no subestimar su posible llegada a la región. “Es un fenómeno que nos obliga a pensar políticas globales con mirada local”, expresó.
También hay espacio para mirar al futuro: las adicciones digitales y los desafíos de los ciberespacios. Moro reconoce que los consumos problemáticos ya no solo se dan en esquinas o boliches. Hoy también surgen frente a una pantalla. Juegos online, redes sociales, apuestas virtuales y otras formas de hiperconectividad plantean nuevos escenarios donde las adicciones adoptan formas más silenciosas, pero igualmente dañinas. Destacó que ya se están desarrollando líneas de trabajo para investigar y abordar estos consumos emergentes, especialmente en adolescentes y jóvenes.
La charla fluye sin interrupciones, con ritmo pausado y profundo. Se hablan de planes, pero también de sueños. De estadísticas, pero también de emociones. Hay momentos de reflexión, silencios que valen más que una cifra, miradas que se entienden.
El encuentro no cierra con un titular rimbombante, sino con algo más valioso: la sensación de que, a veces, el Estado también puede mirar a los ojos. Y que cuando eso ocurre, se abren caminos que antes parecían imposibles.
Silvia despide el programa con la misma serenidad con la que empezó. No como quien cierra un ciclo, sino como quien deja la puerta entreabierta para volver a encontrarse. Y eso es lo que se siente: que el diálogo, cuando es sincero, puede ser semilla.